7 de febrero de 2012

¿Éste es el deporte que queremos?


El ciclismo está de luto. No, tranquilos, no se ha muerto nadie. Pero es la expresión que mejor se asemeja a la situación del deporte de la bicicleta. Está moribundo en la UCI (unión de cuidados intensivos) de un hospital de cualquier parte del mundo donde no le pueden atender con celeridad.
El caso de Alberto Contador es el que me va a servir para ejemplificarlo, pero la lista de matasanos es extensa: Operación Puerto, Riccardo Riccò, el caso Festina, el ya cerrado expediente sobre Lance Armstrong, etc., todo ello unido a infortunios como los de Marco Pantani o "Chava" Jiménez. Esto no hace más que afear un deporte tan puro en sí mismo, sin árbitros, sin paradas en boxes, sin tiempos muertos, que hace que se dude más que en ninguno de los otros.
Pero todo los cabos no pueden estar atados. ¿Por qué en una rueda de prensa en la que se presupone batalla Contador no entra a valorar ciertos aspectos? ¿Por qué se deshace de la teoría del solomillo? Pero lo más sangrante: ¿por qué le acompaña Bjarne Riis a su lado, un dopado confeso (por mucho que sea el director de su actual equipo)? Son detalles, agunos imperceptibles, otros flagrantes, los que llevan al espectador de ciclismo pasivo, ese que sintoniza el Tour cuando se desvela de la tan española siesta en pleno julio, quede totalmente desconcertado y asqueado del circo UCI (Unión Ciclista Internacional). Sí, los que somos aficionados desde que estábamos en Educación Primaria o los que lo han mamado desde chicos no lo van/vamos a dejar de seguir.
A tanto nivel de exigencia es difícil que la situación del dopaje en el ciclismo mejore. Siempre va a haber algún matasanos suelto. Pero hay maneras y maneras de tratar los problemas, y éste lo están tratando deplorablemente.

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