Pep Guardiola ha decidido dejar de ser parte activa del F.C. Barcelona y ya ha recibido el merecido homenaje por parte del Camp Nou el pasado sábado en el derbi de Barcelona. Parece que ha dejado simplemente la entidad azulgrana y entrenará a otro equipo, aunque "El Pep" siempre se ha caracterizado por tomarse tiempos para respirar y reflexionar, incluso cuando estaba aún en la cima como futbolista.
Pero para la Liga BBVA, nuestro campeonato más preciado, es un varapalo que va más allá de lo futbolístico. Desde mi punto de vista, se va de nuestro fútbol un excelente manipulador de masas. Y manipulador en ambos sentidos, positivo y negativo. Todos nos centramos en Jose Mourinho, por su estilo más agresivo, cortante y altivo, pero Guardiola ha sabido utilizar a la prensa de la Cuidad Condal (los "lametraserillos", que diría García) para ponerla a besar sus pies y lanzar dardos envenenados en la continua lucha entre la prensa editada en la capital y la de Cataluña. El estilo del de Sant Pedor es más tranquilo, desarmando desde la retranca y los golpes furtivos, y un con un objetivo ciertamente desconcertante.
En España, como en Inglaterra, la pelea por el cetro patrio no se basa sólo en un duelo en el terreno de juego, sino en una concadenación de misiles tierra-aire entre los que se presumen rivales -como los derbis en Liverpool y Manchester, o la macrorivalidad londinense-. Mourinho y Guardiola nos dan a los que seguimos diariamente la actividad de los equipos y a los periodistas que lo plasman en sus piezas un contenido adicional impagable.
Lo he definido como "incordio", pero incordio positivo, que genera noticia y anécdota que contar en los corrillos post-jornada. Siempre diré que para que haya un héroe debe haber un antihéroe, y en este papel de antihéroes Mourinho y también Guardiola se han complementado perfectamente, siendo una relación perfectamente estudiable. Maestros dentro y fuera del tapete verde. Por tanto, ¡gracias Pep!
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