22 de marzo de 2012

El silencio como en un vagón de metro


El silencio es una estrategia defensiva. Pero en ningún caso debe utilizarse como arma ofensiva, pues entonces adquiere un cariz mucho más irónicamente burlón.
Por mucho que nos empeñemos en buscar una excusa en un mal arbitraje, en un paupérrimo juego o en un incipiente dolor de cabeza, el hecho es que las personas reciben un sueldo por un trabajo que deben ejercer. Y eso, en el caso del Real Madrid, se está incumpliendo reiterativamente. El derecho a la rueda de prensa es una de las obligaciones de un entrenador de 1ª División tal y como está estipulado en los contratos de derechos audivisuales. Añadiéndolo a esto, se debe respetar a los profesionales que van a hacer un trabajo tan simple como recoger las impresiones del entrenador como se trata de respetar al entrenador por parte del que toma el periodismo con un mínimo de devoción. El silencio como arma es tenso, como el que se produce por las mañanas en los vagones de metro, y hace tensar la cuerda.
Muchos buscan las cosquillas en la comparación con el F.C. Barcelona. El caso es que se puede criticar a Guardiola por muchas cosas, pero no por volatilizarse en Sant Joan Despí. Pero ni Guardiola, ni Míchel, ni Lotina, ni la mayoría de técnicos de 1ª y 2ª. Y en el Real Madrid ha ocurrido no más de tres veces que servidor recuerde: la de Schuster en Huelva y las dos de Mourinho. En el Real Madrid todo se magnifica, y esta bomba le va a explotar a alguien en la cara; pero es algo notorio que no es la primera vez que el luso se salta a la torera el código ético del club. Tampoco le culpo. Mourinho va de cara siempre (no como otros). El problema viene del que no le para los pies, del que comulga con una forma tendenciosa e incluso dictatorial y del que que no le advierte sino que le alienta.
No no es nueva esta percepción cambiada de las ruedas de prensa. Los políticos se apuntan a la moda de las ruedas de prensa sin preguntas, algo que envicia la propia esencia de las conferencias y de lo que el deporte ha esquivado de refilón. ¿El próximo tiro dará en la diana?

18 de marzo de 2012

Fotogalería: Día de San Patricio en la NBA

Rajon Rondo, contra Denver Nuggets

Jeremy Lin frente a los Pacers de Indiana


Josh Howard en Utah frente a Golden State

Joakim Noah frente a Philadelphia 76ers

16 de marzo de 2012

Derek Fisher: el alma omnipresente

Derek Fisher. Un pipiolo de 37 años procedente de Little Rock, en Arkansas. Lleva en la NBA desde 1996, llegando en uno de los mejores momentos de la liga -con los hitos de los Bulls de Jordan- y en uno desconcertante para su franquicia, los Lakers de Los Angeles. Apariencia rocosa, con una mecánica de tiro muy old school y siendo uno de los pocos gentleman que quedan en la liga norteamericana. A decir verdad, nunca ha destacado por ser una gran estrella, pero sí se ha hecho respetar por todos.
Comenzó en Los Angeles Lakers rompiendo en pieza importante del esquema de los angelinos, siempre en el papel secundario, algo que no se le daba nada mal. En la entrada del nuevo milenio, tres anillos en tres años consecutivos (2000, 2001 y 2002), y tres temporadas en dobles dígitos. Todo era púrpura y oro, pero la rotura en el vestuario produjo una estampida que se llevó con ella a Fisher. No muy lejos, a la bahía de Oakland para jugar con los Golden State Warriors. Dos años sin sobresaltos ni excitaciones, en un equipo de mitad de tabla. De ahí a Salt Lake City, para jugar en Utah Jazz sólo un año. Y, de nuevo, retorno al Staples. Otros dos anillos más se sumaron a su lista, en 2009 y 2010, al lado de Pau Gasol.
Atrás quedan en la memoria de los aficionados las hazañas de Fish. Ese tiro triple imposible a falta de una décima en San Antonio en 2004 para sacar a los texanos de los Playoffs, algo que a la postre tampoco serviría de nada a unos indolentes Lakers. Esa historia humana en la que Fish pasó del hospital de Nueva York donde estaba su hija a la pista de su ex-equipo -los Warriors- para anotar el triple ganador en una prórroga a la que Derek había llegado de viaje express por los pelos. O esas negociaciones, algo más recientes, para defender los derechos de sus compañeros siendo la voz del sindicato de jugadores.
D-Fish, como es apodado, marcha a Houston, que es su nuevo destino (parece que no por mucho tiempo). Muy criticado por su bajo rendimiento durante su última etapa angelina, deja incertidumbre en los Lakers. Pero deja algo más importante, deja un alma en pena: Kobe Bryant. El casi único apoyo que tuvo Kobe cuando se produjo la escisión en el vestuario con Shaquille O'Neal, el hombro donde llorar con el tedioso juicio de Bryant, el que le aconsejó un cambio de mentalidad a la hora de jugar y quien más ha soportado su carácter arrogante ha sido Derek Fisher.
Futuro miembro del Salón de la Fama y posiblemente "camiseta retirada". Poca tela que cortar, pero un armario lleno a sus espaldas

13 de marzo de 2012

El gato y el ratón

Otra semana que pasa con fútbol del bueno (la victoria del Athletic en Old Trafford, el Betis-Real Madrid, la exhibición de Messi) y de nuevo a hablar de árbitros, favores en los despachos y colonias. Otra ocasión en que las portadas son monopolizadas por Guardiola y Mourinho, otra vez en que se distancian los lazos Madrid-Barcelona, otra vez en que personas que deben callar hablan de más.
La gente en España acoge este tipo de jarana de buen grado, pero lo repetitivo cansa. Y esto apesta ya a basura no sacada. Esta vez, parecen argumentos sacados de un cuento de Robert Louis Stevenson: el gato y el ratón (no confundir con el perro y el gato de Mourinho, que parece saber más de cuentos que Madonna) son los personajes que interpretan los dos entrenadores a estas alturas de la película. Pero, a diferencia de lo que nos tienen acostumbrados, el gato ahora es Guardiola, que parece que no tiene otro divertimento que jugar con su futuro y pasear su "modestia" por las salas de prensa. El ratón es Mourinho, que ahora felicita a los rivales y no les acusa de teatreros, y se autodefine como "imperfecto". Ahora es el de Sant Pedor el que utiliza la estrategia de las ruedas de prensa para atacar al de enfrente y tener algo de qué hablar, y es el portugués el que se las da de digno cual hermano pobre.
La relación que tienen Pep Guardiola y José Mourinho sólo la conocen ellos mismos, pero sus puyas dialécticas son las que permanecen en la mente de todos. Y hay muchos folios que rellenar. Yo soy de los que piensa que acabarán siendo amiguísmos. Por ello, recomiendo: ¡no se crean nada!